A
finales de julio o principios de agosto (en vísperas de nuestra Feria y
Fiestas, en cualquier caso) se acerca a mí Marcos Comillas (50% de AlRamla
Magazine) y me propone que escriba algo en su revista digital sobre la
situación económica actual, sobre este tiempo que nos ha tocado vivir. Me
explica además que la invitación me la hace debido a que como semanalmente
vengo haciendo una colaboración en la radio local (Emisora Municipal) “Onda
Pasión” con un programa (Tercera República) que diserta sobre esta y otras
cuestiones de actualidad y ha invitado, a su vez, a varias personas de la
localidad de cierta relevancia pública (políticos locales y no sé si a alguien
más) a que escriban sobre su visión, le gustaría contar también con la mía.
Me
halaga que repare en mí, la verdad, y soy incapaz en ese momento de negarme.
Pero pasado ese primer momento deslumbrante y egocéntrico llega este otro en el
que me siento ante el papel y me pregunto qué puedo decir yo que aporte algo
nuevo y no sea la sempiterna queja de quienes vivimos una injusta situación que
desde luego no hemos provocado (o no como parte protagonista ni principal).
Es
difícil (a estas alturas decir algo más o menos novedoso) pero intentaré al
menos no aburrir y plasmar aquí esa visión que amablemente me demandan.
Es
inevitable, no obstante, que parta de tres o cuatro conceptos que no por ser
moneda común de muchas conversaciones, artículos de opinión e ideas que se han
ido exponiendo en mayor o menor grado hasta el momento en distintos foros por
políticos, economistas, dirigentes gubernamentales, etc, deba evitar. No hay un
orden de prioridad en estas ideas, ni pretenden justificar con su exposición
aquí la situación en la que estamos, aunque sí, espero que, de algún modo, permita
establecer un punto de partida comprensible para todos de mi visión, y para
ello, aunque no hay un rango de importancia en dichas ideas, si voy a respetar
el orden en el que han llegado a mi cabeza.
La
primera es que en el mundo hay recursos (económicos, alimenticios, medioambientales,…)
suficientes para satisfacer las necesidades de los siete mil millones de
personas que lo habitamos, pero, a la vista de los resultados, a fecha de hoy,
esos recursos son insuficientes para complacer la ambición de los más
poderosos.
Segunda
idea: Vivir es crecer y desarrollarse, y el crecimiento y el desarrollo vital
produce cambios continuos (y no solo de gusto o de la talla de la ropa o el
número del zapato) y los cambios provocan crisis permanentemente, conflictos
entre la realidad (presente) y el porvenir (futuro) inevitables; y ante lo que
no podemos evitar, la actitud más sensata es la de prepararse para hacer frente
a esos cambios, es decir, aprender de la experiencia y obrar en consecuencia.
Tras los cientos de miles de millones de años de vida en la Tierra, el hombre ha
descubierto/aprendido que las especies que poblamos este planeta somos la
consecuencia de una selección natural provocada por las incesantes crisis
(atmoféricas: glaciación; luchas por el territorio: guerras; enfermedades: epidemias,
etc, etc) la Naturaleza
y el paso del tiempo han obrado este resultado que somos nosotros y el mundo en
el que vivimos. En mi opinión, por tanto, dada nuestra supuesta inteligencia,
se trata de aplicar una selección, pero no natural en este caso, sino cultural,
una selección cultural para que el hombre (y la mujer) logre sobrevivir a los
cambios que la situación nos exige, a las crisis. Esta crisis se supera desde
esa preparación, todas las crisis hasta la fecha se superaron; esta también.
Tercera:
Hay una sensación de impotencia depresiva en la ciudadanía, provocada por la
clase política dirigente fundamentalmente, al haber sucumbido al poder
económico, ahora financiero, a su lenguaje y a sus dictados. A la ciudadanía se
nos usa como excusa (esta presión que nos impide vivir en mejores condiciones
se aplica “por nosotros”, para que podamos vivir mejor, cuando es justo lo que
nos está impidiendo, a nosotros y a miles de millones de personas que están
infinitamente en peores condiciones aún), se nos acusa como causa (sin ir más lejos, nos suben el IVA este mes de
septiembre porque defraudamos mucho –sin embargo, está constatado por los
técnicos de Hacienda que en torno al 80% del fraude fiscal, lo que supone un
montante mayor a los 65.000 millones de euros por los que nos han tenido que rescatar
en junio, que incrementaron hasta los 100.000 millones por “por si acaso”, está
provocado por el 2% de las multinacionales más potentes y los más ricos de
nuestro país a quienes no les tocan nada ni sus SICAV, sociedades que actúan como
auténticas “lavadoras” de capital, ni el impuesto de Patrimonio) pero a
nosotros el IVA, sí, porque somos “mu
malos” y el gasoil y la luz y los libros y… se nos explota como a una p…
pelota…¡hasta que demos el reventón!
Cuarta:
A pesar de todo lo dicho, hay luz al final de este túnel, o eso quiero creer.
Los políticos de ahora no son mucho peores que los que los antecedieron. Son
las circunstancias las que hacen que a nuestros ojos empeoren gravemente, pero,
reflexionemos un par de minutos. Los políticos eran más valientes en la
dictadura, porque tenían un objetivo, ¡derrocarla! y eso suponía un riesgo
mayor y valía mucho más que cualquiera de las otras decisiones que se tomaran (los
que poblaban el Congreso eran meros adláteres del dictador y su entorno y nada
decidían por sí mismos); los políticos de la Transición tenían una
mayor visión de Estado, porque tenían un objetivo, el establecimiento de la
democracia en nuestro Estado, y eso eclipsaba la gravedad de los errores que se
pudieron cometer; los políticos que les sucedieron en el cargo seguían teniendo
un objetivo claro, la entrada en Europa y la consolidación de la España más europea, y eso
justificaba dudosas decisiones que se tomaron; pero ante esta globalización del
poder económico, y la sumisión de los gobiernos a este poder, la posible
brillantez de nuestros políticos está más que difuminada.
No
obstante, yo soy de los que opinan que es necesario más política, y mejores
políticos. Y menos órganos institucionales inoperantes como el Senado. Más
opinión política en la ciudadanía -reniego del que se define a sí mismo como no
político- y más escuchar a los buenos políticos, que los hay, como los hubo.
Sin embargo, nos encontramos con casos curiosos como el ver que al más lúcido
orador y pensador político contemporáneo, que, en mi opinión, hemos tenido en
las últimas décadas, nunca se le ha prestado demasiada atención (en el ámbito
nacional) hasta que dejó de ejercer públicamente como político, me refiero
claro a Julio Anguita.
Con
más política hay más poder social y ciudadano siempre. Ese creo que es el
primer paso y con él el establecimiento de una serie de medidas que cambien la
fisonomía mundial y las actuales inercias de empobrecimiento de la ciudadanía
tanto en lo económico como en la importancia misma del individuo en la toma de
decisiones del rumbo que debe tomar un país, hoy en día se está perdiendo todo,
soberanía incluida, en Italia el pueblo ya no ha elegido a su Presidente, por
ejemplo; esta elección ha sido el resultado de una recomendación de la Unión Europea.
Este
que os he expuesto es el panorama que diviso yo. Ni mejor ni peor que el que
podáis vislumbrar cualquiera de vosotros o vosotras. Pero no es una situación
inamovible, no hay una sola salida ni una solución única; esto también es
importante que lo asumamos nosotros y nuestros dirigentes. Hay que aunar
esfuerzos e intenciones; hay que escuchar y proponer.
Yo
por mi parte espero leer en estas páginas que AlRamla brinda a todos la visión
de los demás y las propuestas que puedan hacer, las mías, mi visión os la he
contado y mis propuestas son:
1. En
el concierto mundial:
Eliminación de los paraísos fiscales
(grandes protagonistas de muchas desigualdades sociales del planeta Tierra)
para una mayor justicia social (y económica).
Establecimiento de una normativa que regule
la banca internacional y diferencie los sistemas y productos financieros de la
banca comercial y los bienes de producción.
Impuestos globales a las multinacionales que
“castiguen” la contaminación y destrucción del medio ambiente.
Establecimiento internacional de leyes que
garanticen el cumplimiento de las condiciones laborales, sanitarias y humanas
en todo el planeta.
2. En
Europa:
Creación de un estado confederal europeo.
Un Banco Central Europeo obligado a rendir
cuentas a ese nuevo Estado Europeo, dotado de un Parlamento que a su vez tenga
competencias políticas reales.
Una Hacienda Pública Europea de carácter
progresivo que acabe con la competencia fiscal entre países.
3. En
España:
Nuevas elecciones y toma de posesión de un
gobierno nacional que haga lo que dice que va a hacer en campaña y sea apoyado
por el pueblo (no más engaños en nombre nuestro, por nuestro bien).
Referéndums vinculantes ante cualquier
reforma de ajustes estructurales que se proponga.
Derogación de la actual reforma laboral.
Aumento del salario mínimo interprofesional.
Lucha contra el fraude fiscal, todo, de
arriba abajo, de mayor importancia hacia la menor, de todo el fraude.
Con los mayores ingresos de la lucha contra
el fraude, financiación de un plan de choque para la creación de empleo público
hasta equipararnos con la media europea
y el fomento mediante planes y programas específicos de la contratación para
pequeñas y medianas empresas y el trabajo autónomo.
Nacionalización de las grandes empresas
privatizadas en su día.
Toma del control energético del país.
Creación de una banca pública.
Creación de un parque inmobiliario de
viviendas en alquiler con las propiedades de los bancos a los que hemos rescatado
la ciudadanía.
Eliminación del Senado y de las Diputaciones
Provinciales.
4. En La Rambla:
Potenciación de los órganos de participación
ciudadana.
Más compromiso y participación de la
ciudadanía en general en la vida pública de nuestro pueblo.
Nuevas bonificaciones en las ordenanzas
municipales que favorezcan e incentiven la creación de empleo.
Apoyo y difusión del tejido productivo local
mediante campañas coordinadas por los órganos de participación ciudadana y el
ayuntamiento.
Búsqueda de fórmulas novedosas que
favorezcan un mejor reparto del trabajo público.
Estas
son algunas propuestas generales que creo que contribuirían a encaminar nuestro
futuro hacia un panorama menos malo que el actual, no son únicas y no son mejores
ni peores que otras que se puedan proponer, aunque en mi opinión la gran
mayoría son muy necesarias, y en ningún caso se recortarán más derechos ni
posibilidades de individuos o colectivos; son propuestas para empezar a
trabajar que habría que concretar en cada caso, y en algunas áreas que no he
tocado como sanidad o educación, con actitud igualmente positiva y desde la
proyección laboral y el enriquecimiento educativo y cultural y de bienestar
social que nunca debimos perder, como descaradamente nos han hecho perder a
lomos de esta crisis.
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